Los textos de Carlos G. Vallés
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Año 2016
Día 1
Os cuento

¡Feliz Año Nuevo! Y que lo sea de verdad en salud y alegría y familia (y trabajo hay que añadir ahora). En la India, donde viví muchos años, celebrábamos cada año cinco años nuevos en diferentes fechas: el cristiano, el hindú, el mahometano, el de los jainistas (seguidores de Mahavir) y el de los parsis (seguidores de Zoroastro). Todos eran vacación en la universidad, lo que ayudaba a recordar y apreciar a todas las religiones. Ecumenismo práctico. Solo que había que acordarse de qué religión era cada uno para no confundir los saludos y no felicitarle a uno el año nuevo de otro. Claro que el más importante era el de los hindúes que son mayoría, y ese día me lo pasaba yo de casa en casa de mis conocidos que apreciaban que un cristiano se uniese a sus fiestas. En cada casa había que tomar té y probar un dulce… que era la parte menos dulce de la fiesta por la repetición y el empacho. Aquel día no se comía otra cosa.

El año nuevo invita a una mirada atrás y una adelante. No para exámenes de conciencia escrupulosos, sino para sentir en el alma toda la gratitud por el año que acaba y toda la ilusión por el que comienza. A mí me van sacudiendo las noticias que recibo de todos los lugares donde he vivido y he dejado amigos, y me comunican la muerte de alguno. ¡Pero si era más joven que yo! Y vienen a la memoria ratos pasados y alegrías vividas que llevan nombre y apellido. La vida sigue.

Me contáis

Así comienza su carta un amigo de tierras lejanas: “No tengo nada especial que escribirte, pero hoy sin más me acordé de ti y quiero decírtelo.” Bella carta. No hay noticia especial ni comunicación urgente ni rutina obligada, sino solo espontaneidad, naturalidad, confianza como si hubiéramos estado hablando ayer y continuáramos la conversación hoy. Contactos de países diversos, lugares que hemos visitado y personas que hemos tratado, toda una existencia de nombres y rostros y recuerdos y sonrisas, memorias que abarcan un mundo entero. Da de mucho una vida.

Salmo

Salmo 43 – Mi Dios y mi protector

“Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado. Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo? Envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría, y te daré gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.”

La expresión del salmo “me acercaré al altar de Dios” cobra un sentido más fuerte e intenso en el Nuevo Testamento que en el Antiguo, ya que ahora el altar de Dios es el altar de la Eucaristía con la presencia real de Dios y la comunión en sacramento. Eso sí que es acercarse. Y luego otro don de frase: “el Dios de mi alegría”. Bello título para el Altísimo. No ya adoración y reverencia y temor y distancia, sino cercanía y confianza y alegría. El Dios que nos alegra. Gozo y sonrisa y familiaridad y compañía. Bendito sea.

Meditación

Cuento indio. Había un asceta, santo y penitente, que vivía en la selva, lejos de caminos humanos, se sustentaba de los frutos de los árboles y las raíces del suelo, y bebía del agua cristalina del río que fluía por el bosque de su cabaña. Vestía sólo un taparrabos y guardaba otro para cambiarse. Y pasaba todo el día en la contemplación sagrada del Dios que había hecho esas maravillas.

Pero había ratones en la selva, y mientras él estaba en oración le roían el taparrabos que había puesto a secar. Pronto quedó inservible. Había que hacer algo.

Los vecinos devotos de aldeas cercanas y lejanas que lo visitaban para pedirle su bendición le indicaron el remedio La presencia de un gato ahuyenta los ratones. Le trajeron un gato y el taparrabos quedó a salvo. Pero ahora había que darle de comer al gato. Al gato le gusta la leche. Los siempre devotos visitantes le regalaron una vaca. ¿Qué comerá la vaca? Hierba, ya se entiende. Pues le regalaron unos campos para que pastara la vaca. El ermitaño sólo tenía que cuidar de los campos, regarlos, abonarlos, cortar hierba para cuando hiciera falta. Y ordeñar a la vaca para que diera leche y comiera el gato y espantara a los ratones y quedara protegido el taparrabos de cambio. Así lo hizo el monje, dejándose llevar por el cariño y la sabiduría práctica de sus fieles devotos

Hasta que un día cayó en la cuenta de que ya no hacía oración. Se le pasaba todo el tiempo entre los campos, la vaca y el gato No tenía tiempo. No tenía ganas. Se había convertido en terrateniente. Y los vecinos devotos dejaron de visitarlo. Decían que su bendición ya no surtía efecto.

Día 1
Os cuento

El 2 de febrero me trae memorias de mis últimos votos de jesuita, ya que los primeros los hacemos en el noviciado, y los últimos al acabar toda la larga formación. El misterio de la vocación y de la vida misma, reconociendo que todo es don de Dios que nosotros hemos de recibir con alegría y gratitud. De niño mi padre me envió al Kindergarten alemán, que entonces era la lengua más importante para cultura y negocios y viajes. Mi padre añadió: “El inglés no tiene ninguna importancia, y siempre lo podrás aprender más tarde por tu cuenta si quieres. Poco previno a invasión del inglés que nos ha inundado a todo el mundo. De jesuita fui a la India donde propuse a mis superiores que me enviaran a aprender y hacer la carrera de la lengua guyarati de la región para después poder enseñarla en nuestra universidad de Ahmedabad. Me dijo con cierta solemnidad “El Espíritu Santo y yo le destinamos a usted a aprender y después enseñar guyarati en nuestra universidad de Ahmedabad.” Sin embargo, al mismo día siguiente me llamó y me dijo no sin un toque de humor: “El Espíritu Santo ha cambiado de opinión. No irá usted a guyarati sino a matemáticas.” Todo un cambio. No me dijo la razón ni yo se la pregunté. Él fue luego se superior a una tras otra en varias naciones de América, y cuando llegó el 25 aniversario de nuestra llegada a la India vino a visitarnos, me llamó, y me dijo: “Le envié a usted a matemáticas porque sus compañeros jesuitas indios se opusieron a que un español enseñase guyarati, que era su lengua.” Estudié y enseñé matemáticas, pero también escribí algunos artículos y libros en guyarati, y más adelante me dieron la Medalla de oro Ranjitram que es el mayor premio de literatura guyarati en la India. Más adelante, cuando la nueva asignatura del “Álgebra Moderna” (de la que siempre decíamos que ni era álgebra ni era moderna) se introdujo en el plan de estudios, me encargaron a mí que tradujera al guyarati toda la terminología de la nueva asignatura como grupos, anillos, vectores, matrices, etc., lo que hice con facilidad usando raíces latinas y griegas. Las lenguas son importantes. Hasta el inglés.., pese a lo que pensaba mi padre.

Me contáis

Pregunta: Rezo el rosario todos los días, pero estoy perdiendo la devoción ya que me resulta pura repetición y pienso dejarlo, pero luego tengo escrúpulos y los sigo rezando. Todo un lío.

Respuesta: La vida entera es repetición. Lo importante es hacer todo lo que hacemos como si fuera la primera vez, que decididamente no lo es, pero tomándolo tal y como es cuando comemos y andamos y sonreímos y hablamos, y así es como debe ser con cada cosa a su tiempo y en su lugar. Os cuento una anécdota personal. Una vez iba yo andando y meditando oraciones mientras subía de las llanuras de la India al Monte Abu donde tenemos los jesuitas nuestra casa de vacaciones, cuando una mujercita del lugar se me adelantó en el camino. Ella también subía por el camino y llevaba sobre la cabeza una enorme carga de leña para venderla en el mercado. Cuando pasaba a mi lado oí que iba repitiendo por lo bajo: “¡Oh, mi Dios, oh mi Señor… ¡Oh, mi Dios, oh mi Señor…!” Ella iba rezando. Yo andaba de vacaciones. No la olvidaré nunca.

Salmo

Salmo 44

Despierta, Señor, ¿por qué duermes? Levántate, no nos rechaces más. ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia y opresión? Nuestra alma se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo. Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia.

Momentos de tristeza, de desolación, de desesperación. De todo hay en la vida. Y para todos hay salmos que nos entienden, nos iluminan y nos ayudan, que ponen en nuestros labios la plegaria oportuna, y llenan nuestro corazón con los sentimientos que nos reflejan y nos ayudan a entendernos a nosotros mismos y a salir de la tentación. San Ignacio en su Ejercicios Espirituales nos transmite sus “Reglas para el discernimiento de espíritus”, que son su mejor ayuda a la vida espiritual en todas las edades y en todos los tiempos. Consolación y desolación, alegría y tristeza, la vida es maravillosa y la vida es miserable. Y en conocer, aceptar y vivir esas etapas distintas está la plenitud de la vida sobre la tierra.

Meditación

El padre era cantante de rock, y no era muy famoso, pero esperaba que su hijo aprendería y se haría famoso, y se propuso enseñarle desde el principio. Se alegró cuando su mujer le dijo que estaba embarazada, y se preparó a enseñarle a su hijo desde la cuna.

La madre prefería la música clásica. Cuando su marido le contó sus planes para el niño, ella sonrió y no dijo nada. Solamente pensó: “Ya veremos quién gana. Te llevo nueve meses de ventaja.”

Mientras el padre estaba en la oficina, la madre ponía discos de música clásica por toda la casa. Acercaba su cuerpo, que ya eran dos, a la gramola que tocaba a Beethoven, Mozart, Bach, Vivaldi, Schumann y Schubert. La carrera del niño había comenzado.

El niño nació y creció y le gustó la música y la comenzó a aprender rápidamente. Su padre le introdujo a los secretos de la música moderna y de la guitarra eléctrica. El muchacho tenía buen oído y aprendía rápido. Al fin llegó el momento en que su padre le hizo la pregunta que definiría su vida:

 – “¿Y qué quieres estudiar ahora?”

Él contestó:

– “Música.”
– “¿Y qué clase de música?”
– “Música clásica.”

La madre sonrió. Fue ella misma la que me lo contó.

Fundación González Vallés

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