El 2 de febrero me trae memorias de mis últimos votos de jesuita, ya que los primeros los hacemos en el noviciado, y los últimos al acabar toda la larga formación. El misterio de la vocación y de la vida misma, reconociendo que todo es don de Dios que nosotros hemos de recibir con alegría y gratitud. De niño mi padre me envió al Kindergarten alemán, que entonces era la lengua más importante para cultura y negocios y viajes. Mi padre añadió: “El inglés no tiene ninguna importancia, y siempre lo podrás aprender más tarde por tu cuenta si quieres. Poco previno a invasión del inglés que nos ha inundado a todo el mundo. De jesuita fui a la India donde propuse a mis superiores que me enviaran a aprender y hacer la carrera de la lengua guyarati de la región para después poder enseñarla en nuestra universidad de Ahmedabad. Me dijo con cierta solemnidad “El Espíritu Santo y yo le destinamos a usted a aprender y después enseñar guyarati en nuestra universidad de Ahmedabad.” Sin embargo, al mismo día siguiente me llamó y me dijo no sin un toque de humor: “El Espíritu Santo ha cambiado de opinión. No irá usted a guyarati sino a matemáticas.” Todo un cambio. No me dijo la razón ni yo se la pregunté. Él fue luego se superior a una tras otra en varias naciones de América, y cuando llegó el 25 aniversario de nuestra llegada a la India vino a visitarnos, me llamó, y me dijo: “Le envié a usted a matemáticas porque sus compañeros jesuitas indios se opusieron a que un español enseñase guyarati, que era su lengua.” Estudié y enseñé matemáticas, pero también escribí algunos artículos y libros en guyarati, y más adelante me dieron la Medalla de oro Ranjitram que es el mayor premio de literatura guyarati en la India. Más adelante, cuando la nueva asignatura del “Álgebra Moderna” (de la que siempre decíamos que ni era álgebra ni era moderna) se introdujo en el plan de estudios, me encargaron a mí que tradujera al guyarati toda la terminología de la nueva asignatura como grupos, anillos, vectores, matrices, etc., lo que hice con facilidad usando raíces latinas y griegas. Las lenguas son importantes. Hasta el inglés.., pese a lo que pensaba mi padre.
Pregunta: Rezo el rosario todos los días, pero estoy perdiendo la devoción ya que me resulta pura repetición y pienso dejarlo, pero luego tengo escrúpulos y los sigo rezando. Todo un lío.
Respuesta: La vida entera es repetición. Lo importante es hacer todo lo que hacemos como si fuera la primera vez, que decididamente no lo es, pero tomándolo tal y como es cuando comemos y andamos y sonreímos y hablamos, y así es como debe ser con cada cosa a su tiempo y en su lugar. Os cuento una anécdota personal. Una vez iba yo andando y meditando oraciones mientras subía de las llanuras de la India al Monte Abu donde tenemos los jesuitas nuestra casa de vacaciones, cuando una mujercita del lugar se me adelantó en el camino. Ella también subía por el camino y llevaba sobre la cabeza una enorme carga de leña para venderla en el mercado. Cuando pasaba a mi lado oí que iba repitiendo por lo bajo: “¡Oh, mi Dios, oh mi Señor… ¡Oh, mi Dios, oh mi Señor…!” Ella iba rezando. Yo andaba de vacaciones. No la olvidaré nunca.
Salmo 44
Despierta, Señor, ¿por qué duermes? Levántate, no nos rechaces más. ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia y opresión? Nuestra alma se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo. Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia.
Momentos de tristeza, de desolación, de desesperación. De todo hay en la vida. Y para todos hay salmos que nos entienden, nos iluminan y nos ayudan, que ponen en nuestros labios la plegaria oportuna, y llenan nuestro corazón con los sentimientos que nos reflejan y nos ayudan a entendernos a nosotros mismos y a salir de la tentación. San Ignacio en su Ejercicios Espirituales nos transmite sus “Reglas para el discernimiento de espíritus”, que son su mejor ayuda a la vida espiritual en todas las edades y en todos los tiempos. Consolación y desolación, alegría y tristeza, la vida es maravillosa y la vida es miserable. Y en conocer, aceptar y vivir esas etapas distintas está la plenitud de la vida sobre la tierra.
El padre era cantante de rock, y no era muy famoso, pero esperaba que su hijo aprendería y se haría famoso, y se propuso enseñarle desde el principio. Se alegró cuando su mujer le dijo que estaba embarazada, y se preparó a enseñarle a su hijo desde la cuna.
La madre prefería la música clásica. Cuando su marido le contó sus planes para el niño, ella sonrió y no dijo nada. Solamente pensó: “Ya veremos quién gana. Te llevo nueve meses de ventaja.”
Mientras el padre estaba en la oficina, la madre ponía discos de música clásica por toda la casa. Acercaba su cuerpo, que ya eran dos, a la gramola que tocaba a Beethoven, Mozart, Bach, Vivaldi, Schumann y Schubert. La carrera del niño había comenzado.
El niño nació y creció y le gustó la música y la comenzó a aprender rápidamente. Su padre le introdujo a los secretos de la música moderna y de la guitarra eléctrica. El muchacho tenía buen oído y aprendía rápido. Al fin llegó el momento en que su padre le hizo la pregunta que definiría su vida:
– “¿Y qué quieres estudiar ahora?”
Él contestó:
– “Música.”
– “¿Y qué clase de música?”
– “Música clásica.”
La madre sonrió. Fue ella misma la que me lo contó.