Los textos de Carlos G. Vallés
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Año 2015
Día 1
Os cuento

El Pandit Nehru, célebre primer ministro de la India, fue una vez a visitar a Vinoba Bhave, santo popular de útil consejo y santa bendición, para que le aconsejase en el gobierno de la nación. El santo sonrió y le dijo solamente: “Toque usted la flauta un rato todos los días.” Todos los medios de comunicación llevaron la noticia al país.

Nehru no sabía tocar la flauta, claro, pero tampoco era ése el sentido del consejo. Las responsabilidades del primer ministro, las entrevistas, las reuniones, las decisiones, los decretos, la correspondencia diaria y los viajes al extranjero tejían a diario un programa apretado de actividades locas. Todo eso había que hacerlo, desde luego, pero en medio de todo, de vez en cuando, a ratos perdidos, sin darle importancia, como distracción, como relevo, como broma en medio de tanta seriedad había que coger la flauta que estaba al lado y tocar unas notas. Tan sencillo como eso.

Todos necesitamos una flauta.

Me contáis

Propuesta: Estoy aprendiendo inglés y me gustaría me recomendara usted un libro de lectura para irme metiendo en el lenguaje en medio de la gramática y el diccionario. Que no sea muy difícil, y que sea divertido.

Posibilidad: Mira, a mí me pasó algo semejante, yo llegué a la India sabiendo muy poco inglés y con poco tiempo para aprenderlo bien pues tenía que emprender en Madrás la carrera de matemáticas de las que yo también sabía bien poco y allí había un nivel muy alto. Un profesor inglés de pura cepa me recomendó a Chesterton y sus obras sobre el Padre Brown. No pudo haber mejor consejo. Me divirtió, me entretuvo, me hizo reír y me metió vocabulario y gramática entre pecho y espalda sin caer yo en la cuenta. Además había un padre jesuita inglés de pura cepa que se reía de los españoles por lo mal que pronunciábamos su lengua, y sus insultos me ayudaron más que nada a corregirme. Había otro español que pronunciaba muy mal el inglés y se llamaba Jesús, que los ingleses no usan como nombre suyo, con lo cual decían indignados: “¡Y encima se hace llamar Jesús!”

Salmo

Salmo 30 – Mi vida en tus manos

Me siento feliz al decir estas palabras: “Tú eres mi Dios, en tus manos están mis azares.” Se me quita un peso de encima. Descanso y sonrío en medio de un mundo difícil. “Mis azares están en tus manos.” ¡Benditas manos¡ ¿Y cómo he de volver a dudar, a preocuparme, a acongojarme pensando en mi vida y en mi futuro, cuando sé que está en tus manos? Alegría de alegrías, Señor, y favor de favores.

“Mis azares”. Buena suerte, mala suerte; altos y bajos; penas y gozos. Todo eso es mi vida, y todo eso está en tus manos. Tú conoces el tiempo y la medida, tú sabes mis fuerzas y mi falta de fuerzas, mis deseos y mis limitaciones, mis sueños y mis realidades. Todo eso está en tu mano, y tú me amas y quieres siempre lo mejor para mí. Esa es mi alegría y mi descanso.

Que esa fe aumente en mí, Señor, y acabe con toda ansiedad y preocupación en mi vida. Desde luego que seguiré trabajando por mis “azares” con todas mis fuerzas y con toda mi alma Soy trabajador incorregible, y no he de bajar las miras ni disminuir el esfuerzo, pero ahora lo haré con rostro alegre y corazón despreocupado, porque ya no estoy atado a conseguir el éxito por mi cuenta. Esos “azares” están en tus manos, y bien se encuentran allí. Yo ahora puedo sonreír y cantar, porque por primera vez empiezo a sentir que el yugo es suave y la carga ligera  Mi esfuerzo seguirá, pero desde ahora el resultado está en tus manos, es decir, fuera de mi competencia y, por consiguiente, fuera de mi preocupación.

La paz ha vuelto a mi alma desde que yo he aprendido las benditas palabras: “Tú eres mi Dios, en tus manos están mis azares”.

Meditación

“Ya sé lo que me vas a decir.” Él me dijo eso antes de que yo pudiera abrir la boca. Y no me gustó. De hecho me dieron ganas de darme media vuelta y marcharme del cuarto al momento. Si ya sabe lo que le voy a decir, ¿para qué voy a decirle yo nada? No me queda nada que hacer.

De hecho yo mismo no sé qué le voy a decir. Claro que tengo varias cosas en la cabeza y ya irán saliendo cuando nos pongamos a hablar, pero no llevo pensado con qué comenzar. Todo depende del momento y el talante y las circunstancias y la dirección que nuestra charla vaya tomando. Que el diálogo encuentre su camino. Cada vez que nos encontramos es la primera vez. Cada momento es ahora. Somos nuevos cada día y cada hora si es que lo sabemos y actuamos en consecuencia. Nunca des por supuesto a nadie, déjalo libre para que sea quien quiere ser en el momento. Cada rostro es noticia y cada sonrisa es un estreno. La vida es el presente. Siéntete donde estás y sé quien eres. Ése es el secreto de la vida y de la alegría. Síguelo y sé feliz.

Día 1
Os cuento

Un joven se presentó a un joyero para que le enseñase su oficio y pudiera después él practicarlo por su cuenta. El joyero le puso un diamante en la mano, le dijo que cerrase la mano y que la mantuviera así sin abrirla para nada durante un año entero. No fue fácil, pero tanto interés tenía el joven que cumplió la orden aunque parecía totalmente inútil y desde luego molesta. Volvió al joyero, éste le abrió la mano, le retiró el diamante y le puso enseguida otro diamante en la mano diciéndole la mantuviera cerrada durante un año. El joven protestó: “Ya he perdido un año entero, y no voy a perder otro. ¡Además esto no es un diamante!” El joyero le dijo: “Basta. Tu aprendizaje ha terminado.”

Me contáis

Pregunta: Yo hago un rato de oración todos los días, como una media hora, y de ordinario me va muy bien, pero a veces no siento absolutamente nada y me da gana de dejarlo. Pero tampoco me parece bien dejarlo. No sé qué hacer.

Respuesta: Puedes conseguirte una copia de los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio y leer en ellos el capítulo de “Reglas para el discernimiento de espíritus”. Es un clásico fácil de entender y de aplicar, y enormemente práctico. En la quinta regla dice: “En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar.” Yo tengo siempre a mano ese librito, que me ha ayudado en toda la vida.

Salmo

Salmo 31 – Sombras en el alma

He fallado a veces, y siempre lo he olvidado bien pronto. Me justifico a mí mismo con facilidad ante mi propia conciencia: no tiene importancia, todos hacen lo mismo, yo no tenía otro remedio, ¿qué iba yo a hacer? Vamos a olvidarnos ahora, y cuanto antes mejor.

Pero no nos olvidamos. Sigue la tristeza y el remordimiento. Y cuanto más tiempo pasa, más agudo es el dolor. Mi intento de ocultar mi pecado de mí mismo no ha hecho más que avivar su presencia ante mi conciencia.

Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Mi savia se me había vuelto un fruto seco. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito: Propuse: “Confesaré al Señor mi culpa”, y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

No estaba satisfecho conmigo mismo, y lamentaba mi propia debilidad. Quedaba algo enfermo en mi pasado, una herida sin cerrar, un capítulo sin concluir, un complejo sin resolverse. Yo había tragado veneno, y aún lo tenía en mí con toda su maligna influencia en mi organismo, con toda su desesperación y su frustración. Ya no podía soportar aquello.

Entonces declaré mi pecado, no lo dejé escondido. Dije: “Con todo mi dolor confesaré mi desobediencia al Señor.”

Lo confesé todo, acepté mi propia responsabilidad, lo admití, lo asumí. Y enseguida noté en mí el favor de tu rostro, el toque de tu sanación, la realidad de tu perdón. Exclamé con nueva alegría: “¡Dichoso aquel cuya disobediencia es perdonada, cuyo pecado es olvidado. ¡Dichoso el hombre a quien el Señor no le imputa ningún pecado, aquel en cuyo espíritu no hay maldad!”

Os pido, Señor, la gracia de la transparencia. Ser transparente para con vos y conmigo mismo, para con todas las personas con las que trato. No tener nada que ocultar, nada que disimular, nada que omitir en mi conducta y en mis pensamientos. Quiero acabar con todas las sombras en mi alma, o mejor, admitirlas como sombras, aceptarlas, tomarme a mí mismo tal y como soy, sombras y todo, y aparecer así ante mi propia vista y la de mis amigos y la de vos mismo. Quiero conocerme a mí mismo tal y como otros me conocen. Quiero ser honrado, sincero, cándido. Quiero ser transparente en mis luces y en mis sombras. Que la bendición de la realidad cure las debilidades de mi humanidad.

¡Dichoso el hombre en cuyo corazón no hay engaño!

Meditación

Rostro

El rostro del anciano es la historia de su vida. Autobiografía impresa. Sus arrugas se pueden leer como las líneas de un libro. Enciclopedia de gozo y de dolor. ¿Qué me está diciendo mi propia historia?

Hay quejas en nuestro ceño, en nuestra tensión, en nuestra palidez; pero luego también hay felicidad y dulzura en nuestros labios, en nuestra sonrisa, en un beso. Hay paz y reconciliación con una larga vida vivida en toda su intensidad y su profundidad. La vida humana es el mayor tesoro sobre la tierra. Memorias de amor y ternura, de familia y amigos, de días buenos y malos, y todo eso se acepta ahora como experiencia, como realidad, como historia. Reflejo de un vida entera y de una larga experiencia. Exposición permanente de años pasados, y meses y horas. Museo de una vida. Si sabemos cómo mirar a un anciano, cómo leer su vida en las líneas de su rostro, aprenderemos todas las lecciones fundamentales de la vida, y cada generación podrá entrenar a la siguiente en la práctica de la vida.

Piensa desde ahora cómo querrás que sea tu rostro cuando llegues a viejo. Modélalo de tal manera que refleje paz y alegría y amor. Ese es tu mejor tesoro y será tu mejor herencia. Cuídala bien.

Día 1
Os cuento

He estado unos días en la India para recoger un premio que me han dado por mis escritos en lengua guyarati. Nunca me imaginé que me iba a suceder tal cosa, pero sí he procurado siempre hacer de la mejor manera posible todo lo que me toca hacer. En guyarati hay una palabra, «chalsé», algo así como «ya vale», «ya tirará», «con eso basta», que se usa en sentido peyorativo para decir que no merece la pena esforzarse en hacerlo mejor, y el primer artículo que escribí en una revista guyarati fue precisamente sobre esa palabra y en su contra. Luego un día, enseñando en mi clase de matemáticas, vi que no me daba tiempo ya para acabar un teorema y dije sin más: «Bueno, con esto… ya tirará», y la clase entera exclamó a una voz: «¡No tirará!» Yo sonreí y les dije: «Si habéis aprendido esto de mí ya no tengo más que explicaros.» No se trata de hacer las cosas de la mejor manera en absoluto, sino en mi propia capacidad y circunstancias.

Había una pregunta que mis alumnos me preguntaban constantemente en clase, y a la que nunca respondí. El curso de matemáticas cubría un extenso programa, y había cierto tácito entendimiento entre profesores y alumnos que algunos teoremas no se preguntaban en el examen por su longitud o su dificultad. Por eso la pregunta era: «¿Este teorema va para el examen o no?» Yo siempre contesté: «Es mi deber enseñarlo, y vuestro deber aprenderlo. Y no hay más que preguntar.» Una vez estaba yo corrigiendo exámenes escritos, y en uno de ellos vi que el alumno había escrito esto al principio: «No pude estudiar todo el curso, y omití este capítulo, pero lo demás me lo sé bien.» Sentí un toque de cariño hacia el muchacho anónimo, y probablemente decía la verdad, pero yo tenía que cumplir con mi deber. Los exámenes son difíciles para el estudiante y para el profesor. Curiosamente, ese alumno años más tarde llegó a ser mi colega en el claustro de profesores de la universidad.

Fue maravilloso volver a encontrarme con antiguos amigos, pero también hubo sus momentos penosos. Uno de mis mejores amigos y colega en la misma facultad estaba ahora ciego. La alegría del encuentro quedó ensombrecida por la pena de su ceguera.

En la India yo había vivido como huésped ambulante, una semana en cada casa invitado por amigos y lectores de mis artículos a vivir unos días en su casa como un miembro más de la familia. La hospitalidad de la India es proverbial, pero no sé si abusé un poquito. Una vez una muchacha vino a la casa en la que yo me encontraba ese día y sencillamente me informó de que la semana siguiente la pasaría en su casa. No admitió una negativa por mi parte, y a su casa fui. Ahora fui a verla y recordé la historia. Encima le añadí: «Incluso puedo decirte qué vestido llevabas aquel día. Blanco con lunares rojos.» Vi que sus ojos se humedecían, y sentí lo mismo en los míos. Que Dios te bendiga, Rupa.

Me contáis

Pregunta: Siempre pensé en meterme a monja, pues con monjas me eduqué, pero según se acerca el momento que eso era solo por presión de las monjas, y ahora me siento atraída a los chicos.

Respuesta: Haces bien en proponer la cuestión. La vocación es una llamada de Dios, pero tampoco has de esperar ningún signo externo, sino sencillamente cierta inclinación, atracción, dirección en la vida que te lleva a cumplir ciertos ideales personales. Nada milagroso o extraordinario, sino solo una decisión seria. La vocación a la vida religiosa es perfectamente compatible con la atracción por los chicos, y eso es lo normal y lo sano. La cuestión es decidir entre dos opciones. Piensa y reza. San Ignacio de Loyola tiene una serie de «Reglas de discernimiento» en sus «Ejercicios Espirituales» que pueden ayudarte. Y no dejes de hablarlo todo con amigos y parientes.

Salmo

Salmo 32 – Los planes de Dios

«El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos: pero el plan del Señor subsiste por siempre: los proyectos de su corazón, de edad en edad.»

Estas palabras me tranquilizan, Señor, como han de tranquilizar a todos los que se preocupan por el futuro de la humanidad. Leo los periódicos, oigo la radio, veo la televisión, y me entero de las noticias que día a día pesan sobre el mundo. «Los planes de las naciones.» Todo es violencia, ambición y guerra. Naciones que quieren conquistar a naciones: hombres que traman matar a hombres. Cada nueva arma en la carrera de armamentos es testigo triste e instrumento potencial de los negros pensamientos que tienen hombres en todo el mundo, de «los planes de las naciones» para destruirse unas a otras. Desconfianza, amenazas, chantaje, espionaje… La pesadilla internacional de la lucha por el poder en el mundo que amenaza a la existencia misma de la humanidad.

Ante la evidencia brutal de violencia en todo el mundo, hombres de buena voluntad sienten la frustración de su impotencia, la inutilidad de sus esfuerzos, la derrota del sentido común y la desaparición de la cordura del escenario internacional. «Los planes de las naciones» traen la miseria y la destrucción a esas mismas naciones, y nada ni nadie parece poder parar esa loca carrera hacia la autodestrucción. Más aún que la preocupación por el futuro, lo que entristece hoy a los hombres que piensan es la pena y la sorpresa de ver la estupidez del hombre y su incapacidad de entender y aceptar él mismo lo que le conviene para su bien. ¿Cuándo parará esta locura?

«El Señor deshace los planes de las naciones.» Esa es la garantía de esperanza que alegra el alma. Y no permitirás, Señor, que la humanidad se destruya a sí misma. Esos «planes de las naciones», en su edición inicial, eran los planes de los reinos vecinos de Israel para destruirlo y destruirse unos a otros. Y esos planes fueron desarticulados La humanidad sigue viva. La historia continúa. Es verdad que en esa historia continúan los planes de las naciones para destruirse unas a otras, pero también continúa la vigilancia del Señor que aleja el brazo de la destrucción de la faz de la tierra. El futuro de la humanidad está a salvo en sus manos.

Contra «los planes de las naciones» se alzan «los planes de Dios«, y ése es el mayor consuelo del hombre que cree, cuando piensa y se preocupa por su propia raza. No conocemos esos planes, ni pedimos que se nos revelen, ya que nos fiamos de quien los ha hecho, y nos basta saber que esos planes existen. Siendo los planes de Dios, han de ser favorables al hombre y han de ser llevados a cabo sin falta. Esos planes protegerán a cada nación y defenderán a cada individuo de mil maneras que él no conoce ahora, pero que descubrirá un día en la alegría y la gloria de la salvación final. La victoria de Dios será, en último lugar, la victoria del hombre y la victoria de cada nación que a sus planes se acoja. Los planes de Dios son el comienzo sobre la tierra de una eternidad dichosa.

«El plan del Señor subsiste por siempre: los proyectos de su corazón, de edad en edad» La historia de la humanidad en manos de su Creador.

Meditación

Gente de segunda mano

La frase me hirió como una bala. El libro estaba todavía en mis manos, pero yo había cesado de ver la página, y solo esa frase resaltaba firme y clara como un relámpago que reduce a puro fondo todo el negro horizonte. A veces un pensamiento estaba buscando expresión en mi mente, y aparece a su tiempo y se hace lenguaje imperativo para la acción. Pero otras veces, al contrario, la mente estaba totalmente ajena, olvidada y distraída, y la revelación inesperada del reto impreso descubre un mundo nuevo de aventura y exploración. Eso es lo que había pasado ahora. Autocomplacencia y rutina me habían hecho creer que yo era una persona libre e independiente, maestro de mis pensamientos y dueño de mis acciones, y ahora de repente me entero de que no es así. Me sentí descubierto y desenmascarado. El libro había cumplido su misión. El juicio me había condenado.

El libro era de J. Krishnamurti, y la frase era: «Todos somos gente de segunda mano.» Dejé de leer. Cerré el libro y lo dejé sobre la mesa. No quise seguir leyendo. Yo era una persona de segunda mano. Me habían desenmascarado, y lo que era peor, yo mismo lo había descubierto, y esa era la crisis. Soy de segunda mano.

Siempre desconfiamos de objetos de segunda mano, y con razón. El mero hecho de que alguien los ha usado ya antes los deja marcados, manchados, tocados. «Como nuevo» dice el anuncio, con lo cual solo subraya que ya no es nuevo. El segundo dueño se ve privado del placer virgen del primer tacto, la primera mirada, el nuevo perfume. Solo usa ya lo que otro ha usado antes. Práctico y barato, pero falto ya de sorpresa y de emoción. Si me pongo un jersey de segunda mano no puedo evitar el pensar que me estoy metiendo en el entorno de otro. Al usar un vestido de otro pierdo parte de mi propia personalidad. Prefiero un jersey nuevo, aunque sea de inferior calidad, a uno prestado o heredado aunque éste tenga colores más brillantes y un dibujo mejor. Es como ver el estreno de una película o comprar un sello nuevo. Mi vestido es parte de mi personalidad, y yo quiero que todo lo mío sea yo.

Pero ahora me encuentro con que no es así. Y no solo es mi jersey el que no es mío, sino mis pensamientos, mis principios, mis gustos y mis convicciones. No solo mis vestidos, sino mi piel y mis huesos. Lo que yo creía ser mío exclusiva y decididamente resulta que es común y corriente en rutina heredada. Ya lo sabía en el fondo, en la oscuridad de pensamientos sin expresar, pero nunca quise admitírmelo a mí mismo. Solo ahora, cuando la denuncia venía de fuera, la revelación retrasada explotó en mi conciencia con toda la furia contenida de un terremoto. Yo no soy yo. Hay muy poco de mí en mí mismo. Soy de segunda mano. Lo que yo llamo mis ideas han pertenecido ya antes a otros, no las he originado yo mismo. Mis gustos son heredados de mi familia, y si yo hubiera nacido en un país lejano con una cultura diferente me desagradarían cosas que ahora me agradan, y me gustarían cosas que ahora no me gustan. Soy un puñado de conceptos prefabricados. Mis mismas reacciones están programadas por un entrenamiento en detalle. Lo que yo llamo espontáneo en mí mismo es una costumbre bien ensayada, y lo que considero genuino es artificialidad repetida. A fuerza de llevar los mismos vestidos he llegado a creer que eran míos, pero todos son heredados, segunda mano, usados, y el súbito descubrimiento me hace sentirme incómodo con ellos.

Sé muy bien que nadie puede crecer aislado en sí mismo. El «Emilio» de Rousseau es una utopía. Un niño humano no puede crecer sin influencias, y de hecho semejante intento sería en sí mismo la peor influencia posible. Al niño hay que enseñarle un lenguaje, unas costumbres, un modo de vida, tiene que entrenarse en cómo comer y cómo relacionarse con los demás. Nadie empieza de cero, y no se puede esperar de mí que invente el sistema decimal si quiero aprender matemáticas. Haré bien en aprovecharme de toda la sabiduría del género humano y de los libros de texto de matemáticas que explican el sistema decimal. El peligro es que entonces me quede atascado en los libros de texto y no aprenda ni contribuya nada al conocimiento y la experiencia que me han precedido. Mi vida puede convertirse en un libro de texto más, y los libros de texto son solo copia de otros libros de texto, como las vidas de los hombres son copia de otras vidas. Necesitamos contribución personal si el género humano ha de progresar.

El peligro aquí es que como se entrenamiento es necesario puede convertirse en inviolable y sacrosanto. Podemos pasar de que «algún» entrenamiento es necesario a que «éste» entrenamiento es el indispensable e irreemplazable, y entonces lo que era un mero accidente de la historia pasa a ser una santa tradición. «Esta» es la verdadera manera, y «aquello» no se hace. Tú eres quien dice eso, pero si el niño hubiera nacido en otro lugar le habrían enseñado chino en vez de castellano, y en vez de tomar pan con mantequilla estaría disfrutando de un vaso de sangre de ganado en un desierto africano. Ha de aprender alguna lengua y comer de alguna manera, pero la manera concreta que se le presenta varía con las circunstancias, y es esa manera concreta la que ya le condiciona y acostumbra a un género definitivo de vida que, por necesario y bueno que sea es siempre limitado. Un nuevo lenguaje enriquece la vida en todos sentidos.

Aquí hay que notar una cosa. Cuando recuerdo que soy esclavo de mi pasado eso no quiere decir que yo proteste en manera alguna contra mi pasado. Lejos de mí. Mi pasado está bien, sólo que está bien tal y como está en sí mismo, no como regla para mi futuro. Los cimientos están muy bien como cimientos, pero si se prolonga el estilo y forma de los cimientos en el resto de edificio me va a salir una estructura bastante lamentable. Ahora que estoy ya a nivel de tierra quiero un edificio con puertas y ventanas y balcones y tejado. Acepto de corazón todas las influencias que han ido formando mi vida, y lo que ahora quiero es tomar mi vida en mis propias manos y formarla tal y como quiero. Hasta ahora es mi pasado el que me ha poseído a mí, y ahora quiero ser yo quien posea a mi pasado.

Otra cosa. También me dicen que, aunque todos los elementos de mi personalidad puedan ser de segunda mano, la mezcla que soy yo es única y nueva y personal e individual. Ahora me toca es ser yo mismo quien regula la mezcla, quien decide qué elementos de mi personalidad van a continuar siendo míos, y qué elementos quiero ya dejar a un lado con gratitud por lo que fueron y con apertura a lo que todavía me espera. El día amanece cuando despierto (esto es un proverbio indio). El lienzo de mi vida lo han ido pintando hasta ahora pinceles extraños, pero desde ahora voy a usar mi propio pincel.

En mi juventud estudié varios años con un profesor cuya rigidez, ascetismo y disciplina militar lo convertían en una máquina de enseñar despiadadamente eficiente. Muchos años más tarde, con un cambio de trabajo y de sitio, se hizo muy distinto, abierto, asequible, encantador en una nueva personalidad. Cuando quienes le habían conocido y habían sufrido con él como profesor le decían, «!Cuánto ha cambiado usted!», él contestaba: «De hecho no he cambiado. Yo era siempre así dentro de mí, solo que mi verdadera personalidad estaba escondida y enterrada bajo capas de autocontrol artificial. Ahora es cuando por fin soy la persona que de verdad era y que siempre quise ser. Cuanto antes hagamos ese descubrimiento en nuestras vidas, mejor y más ricas van a ser.

Esta es la cita entera de Krishnamurti: «Hace siglos que nuestros maestros, las autoridades, los santos, los libros nos están alimentando con papillas. Nosotros les preguntamos, «¿Qué es lo que hay escondido tras esos bosques y montañas? ¿Qué es la vida? ¿Qué es la eternidad?» Y nos quedamos tan satisfechos con sus respuestas, sus descripciones, sus enseñanzas. Eso quiere decir que vivimos de palabras, que nuestra propia vida es superficial y está vacía. Somos gente de segunda mano. Vivimos de lo que nos dicen y obedecemos a lo que oímos. Somos circunstancia y entorno y herencia. Somos el resultado de toda clase de influencias, y no hay nada de nuevo en nosotros, nada que hayamos descubierto por nosotros mismos, nada original, personal, distinto. Liberarse de toda autoridad, la de los demás y la de uno mismo, es morir a todo ayer, de tal manera que la mente quede renovada, joven inocente, llena de vigor y de pasión.» En frase de Borges: «Libertad de todos los ayeres de la historia.»

En términos cristianos y traduciendo en mi propia vida y experiencia esas sabias palabras, pienso en muerte y resurrección en el misterio de nuestra redención. Podría yo seguir el resto de mi vida como he vivido hasta ahora, y añadir un número más a las estadísticas de la creación, que es lo que todos hacemos en general. Pero ahora el ángel de la anunciación ha volado a través de los caminos de la divina providencia y está esperando, atento y alegre, a las puertas de mi alma, y me brinda la oportunidad de avanzar a una nueva encarnación, de morir a mi propia imagen gastada y cansada, y amanecer en la nueva vida que Jesús me ofrece. Esto cuesta, porque la antigua imagen me era muy querida por mediocre que fuera, pero es también la única manera de dejar hábitos y prejuicios, y liberar la nueva persona escondida en mí y vuelta a nacer en la mañana de mi propio y personal Domingo de Pascua. Despertar en la Tierra Prometida.

Día 1
Os cuento

El peregrino vuelve de peregrinación del santuario del Buda y les cuenta a todos sus experiencias. El sabio que le escucha le dice: Debes de tener unos hombros muy fuertes. – ¿Por qué? – Porque veo que todavía llevas a Buda cargado sobre tus hombros.

El discípulo le pregunta al maestro: – “¿Qué es la iluminación?” y éste le contesta: “Lo sabrás cuando llegues a la liberación interior.” Luego va y le pregunta a otro maestro: “¿Qué es la liberación interior?” Y le contesta: “Lo sabrás cuando llegues a la iluminación.” Los dos maestros se habían conchabado, claro.

Pregunta al primer maestro: ¿Dónde he de buscar la iluminación?
Respuesta: En el norte… o en el sur.
Pregunta al segundo maestro: ¿Dónde he de buscar la iluminación?
Respuesta: En el este… o en el oeste.
También éstos estaban conchabados.

Pregunta: ¿Cuál es la primera lección de la iluminación?
Respuesta: XYZ
¿Y la última?
ABC

La tortuga sagrada aparece sólo una vez cada 500 años. El maestro, que siempre dice la verdad, dice que la ha visto cuatro veces.

Tras una larga búsqueda el peregrino llega a la presencia de la Diosa de la Verdad. Es una anciana fea y desdentada. El peregrino la saluda, le va haciendo todas las preguntas que tenía preparadas, y la diosa le da siempre la respuesta exacta y verdadera. Al final le pregunta: “¿Qué mensaje queréis que les comunique a los hombres de vuestra propia boca?” Y la Diosa de la Verdad contesta sonriendo desde su desdentada boca: “Decidles que soy joven y hermosa.”

Los dioses les dieron a los hombres la imagen de la Diosa de la Verdad en una bella porcelana. Pero se les cayó y se rompió. Desde entonces ya sólo posee cada uno un trocito de ella. Y cada uno se cree que lo que él tiene es todo.

Me contáis

Mi hijo no quiere ir a misa ni siquiera los domingos. Antes venía conmigo y con mi marido que siempre vamos, pero ahora dice que ya es mayor y no quiere venir. A mí eso me duele mucho, pero no sé qué hacer.

Pues déjale hacer. Has hecho bien en llevarle con vosotros mientras era pequeño, pero ahora debes dejarlo libre. Sí puedes analizar un poco con tu marido por qué y cómo vais vosotros a misa, si es por verdadera fe y convicción o por mera obligación y costumbre. Los niños notan bien todo eso. Jesús mismo cuando les dijo a sus apóstoles el Jueves Santo en la última cena “Haced esto en memoria mía”, se refería únicamente a la celebración de la Pascua, ya que les había dicho que preguntasen por el sitio en que iba a celebrar la Pascua, y la Pascua se celebraba solo una vez al año. La Iglesia hizo luego muy bien en celebrar la misa todos los domingos y aun todos los días, pero hizo muy mal en imponer la asistencia a la misa dominical bajo pecado mortal, con lo cual ha dado ocasión para más pecados mortales que todos los diez mandamientos juntos. La Iglesia debería mantener la recomendación, pero suprimir la obligación bajo pecado mortal que hasta ahora tristemente mantiene. Eso opino yo. Aunque nadie me vaya a hacer caso.

Salmo

Salmo 33 – Gustad y ved

Dejo que las palabras resuenen en mis oídos: “Gustad y ved qué bueno es el Señor.” Gustad y ved. Es la invitación más seria y más íntima que he recibido en mi vida: invitación a gustar y ver la bondad del Señor. Va más allá del estudio y el saber, más allá de razones y argumentos, más allá de libros doctos y escrituras santas. Es invitación personal y directa, concreta y urgente. Habla de contacto, presencia, experiencia. No dice “leed y reflexionad”, o “escuchad y entended”, o “meditad y contemplad”, sino “gustad y ved”. Abrid los ojos y alargad la mano, despertad vuestros sentidos y agudizad vuestros sentimientos, poned en juego el poder más íntimo del alma en reacción espontánea y profundidad total, el poder de sentir, de palpar, de “gustar” la bondad, la belleza y la verdad. Y que esa facultad se ejerza con amor y alegría en disfrutar radicalmente la definitiva bondad, belleza y verdad que es Dios mismo.

“Gustar” es palabra mística. Y desde ahora tengo derecho a usarla. Estoy llamado a gustar y ver. No hay ya timidez que me detenga ni falsa humildad que me haga dudar. Me siento agradecido y valiente, y quiero responder a la invitación de Dios con toda mi alma y toda mi alegría. Quiero abrirme al gozo íntimo de la presencia de Dios en mi alma. Quiero atesorar las entrevistas secretas de confianza y amor más allá de toda palabra y toda descripción Quiero disfrutar sin medida la comunión del ser entre mi alma y su Creador. Él sabe cómo hacer real su presencia y cómo acunar en su abrazo a las almas que Él ha creado. A mí me toca sólo aceptar y entregarme con admiración agradecida y gozo callado, y disponerme así a recibir la caricia de Dios en mi alma.

El objeto del sentido del gusto son los frutos de la tierra en el cuerpo, y los del Espíritu en el alma: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza. (Gálatas 5, 22). Cosecha divina en corazones humanos Ésa es la cosecha que estamos invitados a recoger para gustar y asimilar sus frutos. La alegría brotará entonces en nuestras vidas al madurar las cosechas por los campos del amor; y las alabanzas del Señor resonarán de un extremo a otro de la tierra fecunda.

“Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza siempre está en mi boca. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.”

Meditación

“Ya sé lo que me vas a decir.” Ésas fueron sus primeras palabras antes de que yo pudiera abrir la boca. Y a mí no me gustó. Me dieron ganas de volverme y marcharme. Si él ya sabía lo que yo le iba a decir, ¿para qué iba yo a decírselo? De hecho yo mismo no tenía nada pensado para decírselo en aquel momento. Yo sólo iba a verlo a charlar un rato sin nada concreto que hacer. No iba a decirle nada en particular. Pero él lo sabía. Él sabía lo que había en mi mente aunque yo no lo supiera. Y eso es totalmente injusto. Yo tengo mis principios, mis opiniones, mis decisiones, y mis amigos saben mi carácter y respetan mis convicciones. Pero tampoco soy tan rígido, soy espontáneo y estoy vivo, escucho, reflexiono, reacciono, puedo cambiar de opinión si encuentro otra mejor, y puedo aceptar el pensamiento de otro si me parece oportuno. De hecho no me gusta repetirme.

No me gusta que me aten, que me inmovilicen, que me pongan en un marco. Me dejo libre a mí mismo, y mañana puedo decir algo distinto de hoy si lo veo de otra manera. Si me dice que ya sabe lo que le voy a decir, le contesto que no me conoce, porque yo mismo no lo sé. Yo soy libre. Lo divertido es que yo mismo no me conozco a mí mismo del todo, y ahora viene este otro diciendo que me conoce. Déjame libre para ser yo mismo, para descubrirme a mí mismo, para disfrutar encontrándome a mí mismo.

Día 1
Os cuento

Gente civilizada

Un actor inglés se encontraba en Kenia rodando una película. Un día tuvo que ir a una cena de etiqueta que acabó muy tarde en la noche. Fue a buscar a su coche donde encontró al chofer dormido. El chófer era un nativo de allí. Él lo llamó, le gritó, le sacudió, pero el chófer no despertaba. Por fin el hombre cayó en la cuenta de que el chófer estaba muerto. Alguna serpiente o algún mosquito venenoso le había picado y había acabado con su vida. Tuvo que ir a encontrar un médico para que certificase la muerte, y al fin consiguió a uno que a regañadientes se levantó y vistió para ir al sitio y certificar la muerte. Examinó al hombre fallecido y se levantó indignado: “¿Y usted me saca de la cama a media noche para certificar que un hombre está durmiendo?” El inglés insistió: “No tiene ni pulso ni aliento ni movimiento alguno…”. El médico explicó: “Está durmiendo… como duermen los nativos. Usted y yo somos ‘civilizados’ y necesitamos somníferos para dormir. Ah, y otra cosa. Si usted tiene prisa, vaya y búsquese a otro chófer. Éste no se despertará hasta que se lo diga su cuerpo.”

¿Quién era el civilizado?

Sólo una moneda

Un joven fue a un farmacéutico a enterarse de posibles medicinas y remedios. El farmacéutico le enseñó remedios sencillos y también remedios carísimos, hasta uno que costaba un millón de monedas de oro. El joven sonrió y dijo que él no tenía ese dinero, y que en todo caso lo único que quería era una píldora que hiciera que una cierta joven se enamorara locamente de él. El farmacéutico entendió: “Claro, si usted tuviera un millón de monedas de oro no necesitaría esa píldora. De todos modos puedo darle la que usted quiere, y está garantizada con toda eficiencia para que la muchacha se enamore de usted para siempre.” – “¿Y cuánto me costará?” – “Solamente una moneda.” – “Muy barata. Pero dígame, por favor, si usted cobra tan poco ¿cómo puede usted hacer negocio?” –“Muy sencillo, y que esto sea una advertencia para usted, joven, aunque bien sé que no hará ningún caso. El que viene a por la primera píldora, más pronto o más tarde viene siempre a por la segunda.” Ante lo cual, el joven va y compra la píldora.

Me contáis

Pregunta: En nuestro convento tenemos por regla una hora de meditación por la mañana en la capilla todas las monjas juntas. Yo me la paso llena de distracciones, y eso me hace sentirme mal. Veo que otras cogen un libro y sencillamente van leyendo en él, pero yo creo que eso no es lo que hay que hacer. Yo creo que sería mejor que la meditación la haga cada una en su cuarto, y la Santa Misa luego todas juntas en la capilla.

Respuesta: Lo mismo me enseñaron a mí, y parece ser lo más natural. Pero luego las circunstancias también piden cambio, y eso también está bien. La vida de comunidad es importante, pero la circunstancia en que se encuentra la persona concreta también es importante, y son precisamente las diferencias las que hacen la comunidad. Que cada cual haga lo que mejor le parezca.

Salmo

Salmo 34 – Di a mi alma: “Yo soy tu salvación”.

Ya sé que eres mi salvación, Señor, pero quiero oírlo de tu boca. Quiero el sonido de tu voz, el gesto de tus manos. Quiero escucharte en persona, ver cómo te diriges directamente a mí y recibir en mi corazón el mensaje de esperanza y redención: “Yo soy tu salvación”.

Una vez recibido el mensaje, confío en verlo hacerse realidad en las penosas vicisitudes de mi vida diaria. Tú estás siempre a mi lado, y tú eres mi salvación, así que ahora espero ver a tu poder salvífico obrar maravillas en mi vida según voy necesitando tu ayuda, tu guía y tu fortaleza. Si de veras eres mi salvación, hazme sentirlo así en el fondo de mi alma y en la práctica de la vida. Sálvame día a día, Señor.

En concreto, Señor, sálvame de aquellos que no me quieren bien. Los hay, Señor, y el eco de su envidia entorpece los pasos de mi alegría. Hay gente que se alegra si me sobreviene la desgracia, y se ríen cuando tropiezo y caigo.

Cuando yo tropecé, se alegraron, se unieron contra mí y me golpearon por sorpresa: me laceraban sin cesar. ¿Hasta cuándo te quedarás mirando? Que no canten victoria mis enemigos traidores, que no hagan guiños a mi costa los que me odian sin razón.

No pretendo quejarme de nadie, Señor: allá cada cual con sus intenciones y con su conciencia; pero sí que siento a veces en mí y alrededor de mí la fricción, la tensión , la sospecha que endurece los rostros y enfría las relaciones. Quiero considerar a todo conocido como un amigo, y a todo compañero en el trabajo como un socio. Pero se me hace difícil en un mundo de crítica, envidia y competencia. Lo que de veras deseo es llegar yo mimo a aceptar de corazón a todos, para que el sentirse aceptados despierte en su corazón la amistad y me acepten a mí. Arranca de mi corazón toda amargura y hazme amable y delicado para que mi conducta invite también a la amabilidad y delicadeza de parte de los demás y cree un clima de acercamiento dondequiera que yo viva o trabaje. Si eres de veras mi salvación, líbrame a mí, y a cuantos viven y tratan conmigo, de la maldición de la envidia. Haz que todos nos alegremos del bien que cada uno hace, y que cada cual tome como hecho por él lo que su hermano ha conseguido.

“Entonces me alegraré en el Señor, y gozaré con su salvación.”

Meditación

Había acabado la carrera en la Facultad de Agricultura y volvía ahora a su pueblo donde tenía un campo que estaba sin cultivar hacía años y que él quería ahora recuperar para su provecho. Con esos pensamientos se acercó al mayor anciano del pueblo y le preguntó:

    • Dígame, abuelo, por favor. Usted es el granjero mejor y sabe muy bien qué es lo que puede resultar mejor aquí. ¿Le parece que trigo sería un buen cultivo en este campo mío?
    • Escucha, hijo mío. Yo llevo aquí años sin cuento, y nunca he visto trigo creciendo aquí.
    • Ya comprendo, abuelo. ¿Cree usted que el algodón resultaría?
    • ¿Algodón? Nunca he visto ni un hilo de algodón aquí.
    • ¿Y una viña? ¿Podríamos tener buenas uvas aquí?
    • Perdona, hijo, pero nunca he visto uvas en estas tierras.
    • Lo siento, abuelo, pero algo tengo que hacer. Voy a sembrar trigo en el campo y veremos qué pasa.
    • Espera un momento, hijo mío, espera un momento. Si es que siembras algo en el campo… eso ya es otra cosa.
Día 1
Os cuento

Un pensamiento oriental. La sabiduría del ciervo. Un buen ejemplo para nuestra propia vida. El ciervo es ágil, ligero, inocente. Se pasea por la jungla, y mientras no se escuche el rugido del león, él corre y salta y caza y come y descansa sin preocupación alguna en su mente. Cuando se oye el rugido del león y amenaza el peligro, él está alerta y se aleja a la carrera a espacios seguros. Si algo le duele, él sabe de plantas y raíces y hojas que son medicinas para aliviar el dolor. Hay bebida y comida en abundancia, la naturaleza es generosa y el mercado es gratis. El día se suministra a sí mismo. ¿Para qué almacenar cuando cada día es autosuficiente?

Nosotros no lo tenemos tan fácil. Somos más complicados y necesitamos más cosas. Convertimos nuestras pocas necesidades en múltiples exigencias, que están bien pero que nos llevan a excesos. Tenemos que equilibrar nuestros deseos, creer en la vida, creer en la divina providencia, disfrutar de lo que tenemos y estar abiertos al futuro. Esa es la sabiduría del ciervo.

Me contáis

El terremoto del Nepal nos ha sacudido literalmente a todos nosotros. Nos cuestionamos: ¿No podía Dios haber creado un mundo mejor donde fuera fácil vivir para todos?

Quizá no. Un mundo siempre bueno para todos sencillamente no es posible. Lo que es bueno para uno puede no ser bueno para otro. La ganancia de uno es la pérdida de otro, y si hay un número uno al comienzo de la lista de mérito, de necesidad ha de haber un número último al final.

No solo eso, sino que la libertad del hombre, que siempre puede causarles daños a otros hombres, es también absolutamente necesaria para el hombre que sin ella sería un mero títere. Si una buena conducta fuera siempre automática para todos, dejaría de tener ningún mérito y no merecería recompensa alguna. La libertad entraña la posibilidad de escoger el mal, y esa posibilidad se hará a veces realidad si es verdadera, y el mal traerá consigo toda clase de consecuencias no deseables. Es el precio de la libertad.

El verdadero mensaje del terremoto del Nepal para todos nosotros es una llamada a reaccionar ante todo dolor físico o mental en el mundo y a una prontitud decidida para ayudar y consolar a todos ls que sufren, así como a abrirnos nosotros mismos a la compasión de los demás cuando somos nosotros los que sufrimos.

Salmo

Salmo 35 – La fuente de la vida

Tú eres la fuente de la vida: en tu luz veremos la luz.

Quiero estar vivo, sentirme vivo, sentir cómo las energías de la creación surgen a través de las células de mi cuerpo y de los tejidos de mi alma. La vida es la esencia de todas las bendiciones de Dios al alma, el toque de la mano de Dios que convierte un puñado de barro en un ser viviente, y una forma inerte en el rey de la creación. La vida es la gloria de Dios hecha movimiento y crecimiento, la palabra divina traducida a risa y a lenguaje, el amor eterno palpitando en el corazón del hombre. La vida es todo aquello que es bueno y alegre y emotivo. La muerte es el final de todo.

Deseo la vida para mí y para todos. Para mis pensamientos y mis sentimientos, para mis conversaciones y mis encuentros, para la amistad y el amor. Quiero que la centella de la vida encienda todo lo que yo hago y digo y lo que soy. Quiero que mi paso se afirme, que mi pensamiento se aclare, que mi sonrisa se encienda al surgir la vida en todo mi ser. Quiero estar vivo del todo.

Y tú eres la fuente de la vida. Cuanto yo esté más cerca de ti, más lleno de vida estaré. La única vida es la que viene de ti, y la única manera de compartirla es estar cerca de ti. Dame a beber de esa fuente, déjame meter mis manos en ella para sentir su frescura y su fuerza. Que las aguas vivas de esa fuente me inunden y llenen de energía mi cuerpo y mi alma.

Meditación

Una experiencia de Rabindranath Tagore contada por él mismo: “Una vez estaba yo remando en mi bote en mitad del río cuando el mástil chocó contra un puente al pasar debajo de él. Si el mástil se hubiera inclinado un poco, o si el puente se hubiera arqueado como un gato, o si el nivel del agua hubiera bajado un poco justo en aquel instante, yo hubiera seguido navegando alegremente. Pero nada de eso sucedió. Y menos mal que no sucedió. Gracias a eso yo aprendí a navegar… y ahora puedo también andar sobre un puente cuando lo necesito.”

Esa experiencia y esa reflexión de Tagore valen para todos nosotros. La ley es la ley, nos guste o no nos guste. Y así es como podemos vivir la vida con seguridad y confianza.

Día 1
Os cuento

Un joven fue a un maestro joyero para aprender el oficio. El joyero le puso un diamante en la mano, le cerró el puño sobre él y le dijo lo retuviera así sin abrir nunca la mano ni por un momento durante todo un año, y que luego volviera y entonces le enseñaría. No era fácil, pero el joven estaba tan interesado que resistió todo un año y al final volvió para comenzar el aprendizaje. El maestro entonces le puso otro diamante en la mano y le cerró el puño. El joven protestó indignado: “Ya me habéis hecho perder todo un año, y no estoy dispuesto a perder otro. Además, éste no es un diamante.” El maestro le dijo: “Tu aprendizaje ha terminado.”

Me contáis

Pregunta: ¿Qué piensa usted sobre el papa actual?

Respuesta: No me toca a mí juzgar a ningún papa, pero sobre el actual sí puedo decir algo. En mi opinión es el mejor papa de todos los tiempos, y nunca habrá uno mejor… porque cuando le visité en Buenos Aires donde él era arzobispo me dijo que había leído mis libros, y esa es sin duda la mejor recomendación posible para un papa. Es maravilloso eso de escribir un libro sin saber a dónde llegará y quién lo leerá. Los chinos tienen un proverbio sobre la vida que dice que para justificar su vida sobre la tierra cada hombre ha de hacer una de estas tres cosas: Tener un hijo, plantar un árbol, o escribir un libro. Escribir un libro es la más sencilla de todas, desde luego.

Salmo

Salmo 35 – La fuente de la vida

Tú eres la fuente de la vida: en tu luz veremos la luz.

Quiero estar vivo, sentirme vivo, sentir cómo las energías de la creación surgen a través de las células de mi cuerpo y de los tejidos de mi alma. La vida es la esencia de todas las bendiciones de Dios al alma, el toque de la mano de Dios que convierte un puñado de barro en un ser viviente, y una forma inerte en el rey de la creación. La vida es la gloria de Dios hecha movimiento y crecimiento, la palabra divina traducida a risa y a lenguaje, el amor eterno palpitando en el corazón del hombre. La vida es todo aquello que es bueno y alegre y emotivo. La muerte es el final de todo.

Deseo la vida para mí y para todos. Para mis pensamientos y mis sentimientos, para mis conversaciones y mis encuentros, para la amistad y el amor. Quiero que la centella de la vida encienda todo lo que yo hago y digo y lo que soy. Quiero que mi paso se afirme, que mi pensamiento se aclare, que mi sonrisa se encienda al surgir la vida en todo mi ser. Quiero estar vivo del todo.

Y tú eres la fuente de la vida. Cuanto yo esté más cerca de ti, más lleno de vida estaré. La única vida es la que viene de ti, y la única manera de compartirla es estar cerca de ti. Dame a beber de esa fuente, déjame meter mis manos en ella para sentir su frescura y su fuerza. Que las aguas vivas de esa fuente me inunden y llenen de energía mi cuerpo y mi alma.

Meditación

Una experiencia de Rabindranath Tagore contada por él mismo: “Una vez estaba yo remando en mi bote en mitad del río cuando el mástil chocó contra un puente al pasar debajo de él. Si el mástil se hubiera inclinado un poco, o si el puente se hubiera arqueado como un gato, o si el nivel del agua hubiera bajado un poco justo en aquel instante, yo hubiera seguido navegando alegremente. Pero nada de eso sucedió. Y menos mal que no sucedió. Gracias a eso yo aprendí a navegar… y ahora puedo también andar sobre un puente cuando lo necesito.”

Esa experiencia y esa reflexión de Tagore valen para todos nosotros. La ley es la ley, nos guste o no nos guste. Y así es como podemos vivir la vida con seguridad y confianza.

Día 1
Os cuento

Un cuento sapiencial que ilumina el alma. El fiel devoto iba todos los días al templo y le hacía siempre a Dios la misma petición. Pasaron días y meses y años, pero su petición no obtenía respuesta alguna. Por fin un día el Ángel del Señor se le apareció y le dijo: “Vengo de parte de Dios a decirte que nunca te concederá tu petición.”

El buen hombre al oír eso salió del templo, fue a la plaza del pueblo y comenzó a llamar a la gente y a decirles que se regocijaran con él. Todos quedaron sorprendidos cuando, al preguntarle por la razón para alegrarse era que Dios le había comunicado que no iba a oír su oración. “¿Cómo puedes alegrarte cuando Dios ha rechazado tu petición?” A lo que él contestó: “Es verdad que no me ha concedido lo que pedía, pero me ha dado acuse de recibo.”

Me contáis

Pregunta: Yo rezo mis oraciones mañana y noche todos los días, pero no siento devoción ninguna al hacerlo, es pura rutina. Me pregunto si no debería más bien dejarlas o decirlas solo de vez en cuando.

Respuesta: Sentir devoción es magnífico cuando viene, pero no es necesario ni aun corriente, y si fuéramos a rezar sólo cuando tenemos devoción, pronto lo dejaríamos del todo. El mérito de la oración no está en el sentir sino en la fe. San Ignacio tiene en los “Ejercicios Espirituales” sus célebres “Reglas para el discernimiento de espíritus” en las cuales distingue entre “consolación” y “desolación” y da reglas para cómo haberse en cada caso. Cito una de ellas: “El que está en desolación se esfuerce por estar en paciencia esperando a la próxima consolación.” Paciencia. Los dos estados del alma alternan, hagamos lo que hagamos, y es bueno saberlo y aceptarlo. Cuando estamos en desolación debemos pensar que pronto pasará y vendrá la consolación; pero también por el mismo rasero cuando estamos en consolación debemos acordarnos de que no será para siempre, y así permanecer dispuestos a recibir el otro estado del alma cuando venga. Los sentimientos son importantes, pero no son los que han de dictar nuestra conducta. Hay que superarlos, y para ello hay que “esforzase”. No hay fruto sin esfuerzo.

Salmo

Salmo 36 – Confía en el Señor

Confía en el Señor y haz el bien; habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad: espera con paciencia en el Señor, y él te dará lo que pide tu corazón. No te exasperes por los malvados, ni envidies a los que obran el mal: que los que obran mal son excluidos, pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Necesito esas palabras: “Espera con paciencia en el Señor.” Yo soy todo impaciencia y prisas, y ya no sé cuándo es santo celo y cuándo es sencillamente mal genio por mi parte. Claro que todo es por tu Reino, desde luego, para el bien de mi alma y el servicio de prójimo, pero en todo eso también hay un elemento de presión como si el bienestar de la humanidad dependiera enteramente de mí y de mis esfuerzos. Yo soy el que quiero hacer, lograr, conseguir, llegar, sanar, arreglar todos los males del mundo comenzando, desde luego, con las debilidades de mi propia persona, y por eso tengo que actuar, que rezar, que organizar, que planificar, que conquistar, que dominar. Demasiada actividad para mi pequeño mundo, demasiadas ideas en la cabeza, demasiados proyectos en mis manos. Y en medio de toda esa carrera loca escucho de repente una sola palabra desde lo alto: Espera.

Espera.

Espera con paciencia en el Señor.

Todos mis deberes, todas mis obligaciones, todos mis planes, todo mi trabajo… están en esa sencilla palabra: Espera. Estate tranquilo. No te preocupes, no te agites, no te vuelvas loco y vuelvas locos a los demás. No te portes como si todo el equilibrio delicado de la creación dependiese en cada momento de ti. Calla y espera. La naturaleza sabe esperar, y sus frutos llegan a su tiempo. La tierra espera las lluvias tempranas, los campos esperan la semilla, y la semilla espera el fruto. Las estrellas en el cielo esperan siglos y siglos a que las descubra el ojo del hombre, y que al descubrirlas piense en el que las puso allí en sus distancias y en sus órbitas. La creación entera sabe cómo esperar a que llegue la plenitud de los tiempos que da sentido a la existencia y recoge las semillas de la esperanza en los frutos de la mies. Solo el hombre es impaciente y luego va y malgasta su tiempo. Todavía he de aprender la divina paciencia que trae la paz a mi alma y que deja a Dios libre para que actúe a su tiempo y a su manera. El secreto de la acción Cristiana no está en el hacer sino en dejarle a Dios hacer. “Espera en él, y él actuará.”

¡Oh, si yo al fin te dejara obrar en mi vida y en mi mundo, y hacer allí todo lo que quieres hacer! Si yo aprendiera a no meterme, a no preocuparme, a no temerme que todo va a perderse si yo no guardo todo en mis manos… Si yo tuviera fe y me fiara de ti y te dejara obrar a ti a tu gusto… Si yo aprendiera por fin a esperar, ya que esperar la venida del Señor es anticiparla en efecto en la escatología privada de cada corazón. Bienaventurados los que esperan, porque la alegría del encuentro coronará la fidelidad de la espera.

Meditación

En un pozo profundo vivía felizmente toda una colonia de ranas. Allí vivían, jugaban, comían, cantaban y llenaban de vida el pozo entero. El único peligro era que todos los días por la mañana y por la tarde venía una muchacha con una trenza muy bonita, echaba al pozo un cubo colgado de una cuerda y enseguida lo levantaba lleno de agua y se marchaba. A las ranas no les importaba que se les llevasen un poco de agua, pues había mucha y el nivel nunca bajaba en el pozo, pero sí les preocupaba que el cubo caía con fuerza y podía herir a una rana, y por eso tenían cuidado. En cuanto oían el ruido de la polea por arriba, todas las ranas se sumergían en el agua bien abajo y se quedaban allí hasta que el cubo subía y la muchacha desaparecía.

Había una rana joven que un día se puso a pensar que si el cubo era peligroso también era una oportunidad para subirse, salir del pozo, echar un vistazo alrededor y volver para contar todo lo que había por allá arriba. Desde el pozo veían solo un breve espacio azul que se oscurecía de noche cuando se veían puntitos de luz por arriba, y luego lo único que veían era la cara alegre de la jovencita de la trenza, y todo eso parecía muy interesante y había que explorarlo.

La rana joven dijo todo eso abiertamente, pero todas las demás se opusieron porque aquello no se había hecho nunca, y por consiguiente no había que hacerlo. Y le amenazaron a la joven rana que la castigarían si lo intentaba. La joven rana escuchaba todo aquello sin decir nada. Pero al día siguiente por la mañana se situó sin ser vista en una de los oquedades de la pared del pozo, esperó a que la muchacha viniera y arrojara el cubo, y cuando lo levantó para sacarlo saltó ella al cubo y subió con él en medio del asombro y la protesta de todas las ranas, y desapareció en el campo. Las autoridades del reino de las ranas la declararon desterrada y condenada, y prohibieron que se hablara de ella. Había que salvaguardar la vida del pozo. Nadie ya hablaba de ella aunque todos se acordaban mucho de todo.

Pasó el tiempo, y un día oyeron las ranas del pozo una voz desde arriba que les pareció conocida. Todas miraron hacia arriba y vieron a la rana con un macho y varios renacuajos. Nadie habló, hasta que la rana de arriba explicó: “Aquí arriba hay un mundo muy divertido que se extiende por todas partes. No es como ese poquito de agua allá abajo. Hay hierba verde por todos los campos y además muchos insectos que se pueden atrapar y nos resultan una buena comida. Además hay otras ranas más cultas y educadas que nosotras, machos y hembras, y yo me he casado y tengo cinco hijos y somos muy felices.”

Las autoridades allá abajo le amenazaron a la rana que la capturarían y la ejecutarían porque era un mal ejemplo para todas, pero ella sonrió y se marchó con sus renacuajos. En el pozo empezaron las discusiones, y las autoridades prohibieron que se hablase en absoluto del asunto. Y se dejó de hablar.

Al día siguiente cuando la niña de la trenza echó el cubo al pozo y lo volvió a subir… ¡estaba lleno hasta el borde de ranas y renacuajos!

Día 1
Os cuento

Yo paseo todos los días hora y media por la mañana, y es lo primero que hago. Lo hago lo primero porque si no sencillamente ya no lo haría. Si empiezo con el correo electrónico y los mensajes y las respuestas y las lecturas y el maldito “spam”, me enrollo en todo ello y ya no salgo de ahí en toda la mañana. Mi hermano tenía de médico de cabecera al célebre Doctor Marañón, que tiene una calle dedicada en Madrid por la que yo paso todos los días, y recuerdo al doctor por algo que él le dijo a mi hermano y mi hermano luego me contó a mí. Le dijo, “Las piernas son las bombas del corazón.” Gracias, doctor, le debo la vida.

Al andar hacemos ejercicio con las piernas, y eso es lo primero que se ve y se nota, pero el que hace ejercicio invisiblemente es el corazón, que también es un músculo, y el más importante del cuerpo. Y el andar le da un ejercicio regular, rítmico, prolongado que alegra su existencia y alarga la vida. En el andar me ayudan los palos nórdicos (nordic walker) que me traje de Helsinki. Son dos, uno para cada mano. Parecen como los que se usan para andar por la nieve, pero en vez de tener una ruedecilla en la punta tienen una pequeña zapatilla que se apoya en el asfalto y afianza el paso. En Helsinki los usa todo el mundo, pero aquí soy excepción. Los niños pequeños que a esas horas van al colegio de manos de sus padres se los quedan mirando. Algunos mayores también. A veces incluso me han parado algunos para preguntarme dónde los he comprado. Les digo que merece la pena un viaje a Finlandia. La tienda se llama Stockman.

Me contáis

Recientemente me han escrito dos compañeros jesuitas de la India, y me han dicho los dos lo mismo, pero de manera ligeramente diferente. Uno me decía: “Tú memoria en la India permanecerá largamente”, y el otro: “Tu memoria en la India no se borrará fácilmente.” Dicen lo mismo, claro, pero uno está pensando en que permanecerá, y otro en que se borrará, y eso ya no es lo mismo. El vocabulario traiciona.

Salmo

Salmo 37 – Oración de un enfermo

Me ha llegado la enfermedad y he perdido el valor de vivir. Mientras mi cuerpo se encontraba bien, di la salud por supuesta. Soy un hom-bre sano y fuerte, puedo comer cualquier cosa y dormir en cualquier sitio, puedo trabajar todas las horas que haga falta al día, puedo en-frentarme al sol del verano, a la nieve del invierno y a la humedad enfermiza de los largos meses de los monzones. Tango a veces un dolor de cabeza o un catarro de estornudos, pero desprecio las medicinas y evito a los médicos, y confío en que mi fiel cuerpo me sacará de cualquier crisis y derrotará a cualquier microbio en interés de mi trabajo, que no puede esperar, ya que es trabajo por Dios y por su pueblo. Estoy orgulloso de mi robustez y cuento con ella para poder seguir trabajando sin descanso y viviendo sin preocupación. Pero ahora me ha llegado la enfermedad, y estoy destrozado. Destrozado en el cuerpo, entre las sábanas ardientes de una cama en el hospital, y destrozado en el alma, bajo la humillación y el apuro de mi salud rota. Me da vueltas la cabeza, me palpitan las sienes, me duele todo el cuerpo, el pecho tiene que forzarse a respirar. No tengo apetito, no tengo sueño, no quiero ver a nadie y, sobre todo, no quiero que nadie me vea en este estado de miseria que parece va a durar para siempre. Si el cuerpo me falla, ¿cómo voy a seguir viviendo?

“No hay parte ilesa en mi carne.
No tienen descanso mis huesos.
Mis llagas están podridas por causa de mi insensatez.
Voy encorvado y encogido,
Todo el día camino sombrío,
Tengo las espaldas ardiendo,
Estoy agotado, deshecho del todo.”

Pero ahora, en las largas horas de inactividad forzada, mis pensa-mientos se vuelven casi necesariamente hacia mi cuerpo, y comienzo a verlo bajo otra luz y a recobrar una relación con él que nunca debí haber perdido. La enfermedad de mi cuerpo es su lenguaje, su manera de hablarme, de decirme que lo estaba maltratando, ignorando, despreciando, cuando de hecho él es parte íntima de mi ser. Como el niño llora cuando nadie le hace caso, así se queja mi cuerpo, porque yo lo he desatendido. Esas quejas son la fiebre, la debilidad y el dolor en que se expresa. Quiero escuchar su lenguaje, interpretar su sentido y aceptar su verdad.

Mi cuerpo está tan cerca de mí que yo lo daba por supuesto y no le hacía caso. Y ahora él me dice, callada y dolorosamente, que no está dispuesto a aguantar más esa negligencia. La enfermedad es sólo un rompimiento entre el alma y el cuerpo, entre el ideal y la realidad, entre el sueño imposible y los hechos concretos. La enfermedad me devuelve a la tierra y me recuerda mi condición humana. Acepto la advertencia y me propongo restablecer el diálogo con mi cuerpo que nunca debí haber interrumpido.

Vamos a recorrer la vida juntos, mi querido cuerpo, de la mano, al mismo paso, mientras los ritmos de tu carne dan expresión a la ma-rea de ideas y sentimientos que sube y baja en los acantilados de mi mente. Sonríe cuando me alegro y tiembla cuando tengo miedo; relájate cuando descanso y tensa los nervios cuando me concentro. Avísame cuando se avecine algún peligro, comunícame tu cansancio antes de que sea demasiado tarde, y hazme llegar tu aprobación cuando reencuentres a gusto y estés de acuerdo con lo que hago y disfrutes de la vida conmigo.

¡Gracias por mi cuerpo, Señor, mi compañero fiel y mi guía seguro por los caminos de la vida! Y gracias también por esta enfermedad que me acerca a él y me enseña a cuidarlo con cariño y con interés. Gracias por haberme recordado que es parte mía, por haber vuelto a unirnos, por haber restaurado la totalidad y unidad de mi ser. Y como señal de tu bendición, como testimonio de que esta enfermedad viene de ti para devolverme el todo orgánico de mi existencia, sana ahora este cuerpo que tú has creado y devuélveme la alegría de la salud y la fuerza para seguir viviendo con gusto y confianza, para seguir trabajando por ti, sabiendo ya que no son sólo mi mente y mi alma las que trabajan, sino mi cuerpo también, en unidad ferviente y cooperación fiel. Al rezar ahora, Señor, es todo mi ser el que te reza.

“No me abandones, Señor
; Dios mío, no te quedes lejos;
Ven aprisa a socorrerme
Señor mío, mi salvación.”

Meditación

La llave

Él era un justo, pero enemigos de lo bueno lo metieron en la cárcel, y él le rezó a Dios para que le liberara. Dios hizo aparecer ante sus ojos en su celda la llave de la cárcel para que la cogiera y con ella abriera la puerta y quedara libre. El justo se inclinó en reverencia ante la llave que venía de Dios, la colgó sobre la pared, se arrodilló y rezó ante ella. Todos los días le pedía a Dios ante ella que le librase de la cárcel…, y seguía en la cárcel.

La llave de la vida es la religión, la voluntad de Dios, los diez mandamientos. No son para adorarlos de rodillas, para recitarlos, para estudiarlos, para memorizarlos. Son para practicarlos.

Día 1
Os cuento

Una mujer va a una agencia de Viajes en Nueva York y pide un billete para Nueva Delhi en la India. El agente le dice que no hay billetes, pero ella insiste diciendo “Es que tengo que ver al gurú, ‘tengo que ver al gurú!”, y al fin se lo dan. En la India le recomiendan que vaya a ver el Taj Mahal o Goa o el Cabo Comorín, o cualquiera de los sitios turísticos, pero ella insiste: ¡Tengo que ver a mi gurú!” Cuando al fin llega al monasterio le dicen que solo podrá ver al gurú por un momento y decirle una sola frase. Ella lo acepta, se pone en la cola, se acerca al gurú que está meditando con los ojos cerrados y le dice al oído: “Juanito, hijo mío, deja todas estas tonterías y vente a casa.” El gurú obedece.

Me contáis

Alguien me ha preguntado si he visto al papa. La respuesta es sí y no. Es decir, lo vi y tuve una buena conversación con él… cuando no era papa. Me encontré con la persona, no con el oficio. En mis viajes por Suramérica visité una vez Buenos Aires donde él era entonces cardenal, y fui a pedirle su bendición para mis trabajos allí. Me dijo que había leído mis libros, con lo cual hay un papa en la historia que ha leído mis libros, Espero eso valga para algo.

Salmo

Salmo 39 – ¡Abre mis oídos!

Abre mis oídos, Señor, para que yo escuche tu palabra, obedezca tu voluntad y siga tu ley. Hazme atento a tu voz y fiel a tu acento para que reconozca enseguida los mensajes que tú me envías en medio de la selva de ruido que rodea mi vida.

Abre mis oídos a tu palabra, a tus escrituras, a tu revelación en lenguaje humano para todos y para mí. Hazme que abra con cariño las páginas de tus escrituras, que me alegre al leerlas y disfrute al repetirlas. Que sean música para mis oídos, descanso para mi mente y ánimo para el corazón. Que despierten en mí un eco inmediato de reconocimiento, de familiaridad, de Amistad. Que yo descubra nuevos sentidos en ellas cada vez que las leo, porque to voz es viva y tu mensaje llega fresco y directo hoy mismo desde ti. Que tu palabra sea para mí revelación, fuerza y alegría en mi camino por la vida. Dame oídos para oír, para entender, para asimilar. Hazme obediente a tu palabra en tus escrituras, Señor.

Abre mis oídos también a tu palabra en mi corazón. El mensaje secreto, el toque íntimo, la presencia sin lenguaje. Un telex divino con noticias personales. Que suene, que se imprima, que me traiga momento a momento la memoria viva de tu eterno amor. Que oiga yo tu silencio en mi alma, que sienta tus consejos y responda a ellos con la espontaneidad de la fe y la seguridad de la confianza. Que sigamos siempre con nuestro diálogo, Señor, sin interrupción, sin pausa, sin dudas o malentendidos. Tu divina palabra en mi corazón humano.

Y abre mis oídos especialmente, Señor, a tu palabra a través de mis hermanos. Sé que me hablas a través de ellos, de su presencia, de sus necesidades, de sus sufrimientos y sus alegrías. Que oiga yo siempre la melodía del género humano a mi alrededor, las notas que me gustan y las que no me gustan, el contraste de las melodías, los sonoros acordes, el contrapunto exacto. Que escuche yo cada acento y preste atención a cada voz en todo momento. Es tu voz, Señor. Quiero estar a tono con la armonía global de la historia y de la sociedad para unirme con todo y que mi vida suene como una nota más en el acorde solemne.

Abre mis oídos, Señor. Gracia de gracias en un mundo de sonidos.

Meditación

Tres muchachos fueron al campo juntos a coger mangos. Cogieron muchos entre todos, y ahora les tocaba dividirlos entre los tres. Para que el reparto fuera justo fueron al sabio y santo Mulá Naserudín y le pidieron se los dividiera él. Él les preguntó: “¿Queréis que yo lo haga como lo haría un juez humano o como lo haría Dios?” Los tres contestaron a una: “Como lo haría Dios mismo.” Ante lo cual el Mulá le dio tres cuartas partes a uno de los muchachos, una cuarta parte a otro, y nada al tercero. Cuando los muchachos protestaron vivamente, el Mulá explicó: “Si me hubierais dicho que lo hiciera como un juez humano, yo hubiera hecho tres partes iguales y le hubiera dado una a cada uno. Pero me dijisteis que lo hiciera como Dios mismo, y Dios lo que hace con sus dones y sus gracias es que le da mucho a uno, poco a otro, y nada al tercero. Ahora podéis marcharos.”

La santa voluntad de Dios.

Día 1
Os cuento

Cumpliré 90 años el 4 de noviembre, y recuerdo lo que dice la Biblia sobre la edad del hombre: “Setenta son los años del hombre sobre la tierra, y si es fuerte, ochenta. Todo lo demás por encima de eso es miseria y tristeza en el espíritu.” (Salmo 90:10) Así que ahora estoy entrando en esa última etapa, y lo hago con gozo y alegría: paso la Biblia. Quiero recordar las diferentes etapas de mi vida, admirar la providencia de Dios en todo, y agradecerle por todo.

No recuerdo mi nacimiento, por supuesto, pero sí recuerdo lo que mi madre me dijo muchas veces: “El parto puede ser doloroso, sabes, pero te puedo decir que no me diste ningún problema”. Siempre en mi vida he tratado de evitar causar problemas a nadie… desde el principio.

Mi padre, un ingeniero con conocimientos de idiomas, nos dijo a mi hermano ya mí en nuestra infancia algo que nunca olvidaré: “Los idiomas son muy importantes en la vida. Primero el alemán, para la cultura y para la ciencia, luego el francés para nuestros vecinos, y más tarde, como no es tan importante, el inglés que siempre podéis aprender vosotros mismos”. Poco sabía lo que se nos venía encima con la invasión inglesa por todo el mundo.

Eduardo Galeano, poeta mexicano, escribió: “¿Seremos vencidos por los brutales bárbaros? / ¿Tantos millones de personas hablando solo en inglés? / ¿Dónde están los nobles caballeros que vendrán a rescatarnos? / ¿Guardaremos ahora silencio y nos arrepentiremos cada vez más?”

El colegio alemán me aportó dos cosas además del idioma: puntualidad y excelencia. La excelencia no significa hacer todo de una manera excelente, sino hacerlo todo de la mejor manera que puedo hacerlo en este momento. Nunca a medias, nunca a medias, nunca incompleto. En la India pronto aprendí una palabra desafortunada, “chalega”, que significa algo así como “eso servirá”, “es suficiente”, “no te preocupes por más”, y se usa libremente para dejar algo incompleto e inconcluso. Quería denunciar y desalentar tal mentalidad. En ese momento no había televisión, por lo que el único entretenimiento del domingo por la mañana era el gran suplemento del diario al que yo colaboraba regularmente. Una vez escribí en él un artículo sobre esa palabra «Eso servirá» con el título «¡No servirá!» Más tarde, un día al final de mi clase de matemáticas, como no había suficiente tiempo para terminar el teorema que estaba demostrando en la pizarra, simplemente escribí rápidamente algunas pistas, me volví hacia la clase y dije: “Eso es suficiente. ” Toda la clase protestó, y todos dijeron juntos con una sola voz: «¡Nunca servirá!» Les dije que si habían aprendido tanto de mí, no tenía nada más que enseñarles.

Me contáis

“Rezo y rezo, pero no siento nada cuando rezo, y siento que lo hago simplemente por rutina. No puedo dejarlo, ya que me siento culpable si lo hago, y tampoco lo disfruto, así que siento que estoy atrapado en una situación desesperada. ¿Qué puedo hacer?»

Gracias por compartir esta profunda y dolorosa experiencia tuya. No te voy a decir qué hacer, que yo tampoco lo sé (y tal vez ya te ayude este compartir de la ignorancia), pero me ha ayudado en mi vida (jesuita que soy) por la “Reglas para el discernimiento de espíritus” de San Ignacio de Loyola en su librito de “Ejercicios Espirituales”. De él proceden las palabras “consuelo” y “desolación”, con su explicación, comprensión y aplicaciones. Puede obtener fácilmente una copia de ese librito y leerlo. Ayuda en la vida, ya que todos pasamos por esos estados de ánimo agudos a veces.

Salmo

Salmo 40 – Preocupación por los pobres

¡Feliz el hombre que se preocupa por los desvalidos! El Señor lo salvará en el tiempo de la angustia. El Señor lo protege y le da vida, dándole seguridad en la tierra.

Gracias, Señor, por tu don a tu Iglesia en nuestros días: el don de la preocupación por los pobres, de la conciencia de la injusticia y de la opresión, del despertar a la liberación en el alma de los hombres y en las estructuras de la sociedad. Gracias por habernos sacado de nuestra complacencia con las órdenes rutinarias y de la aquiescencia en la desigualdad y la contemporización con la explotación. Gracias por la nueva luz y el nuevo coraje que han brotado hoy en vuestra Iglesia para denunciar la pobreza y luchar contra la opresión. Gracias por la Iglesia de los pobres.

Siempre escuchaste la súplica del huérfano y la viuda, y tomaste cualquier injusticia que se les hiciera a ellos como si se te hiciera a ti. Ahora, Señor, son pueblos enteros los que quedan huérfanos, y sectores enteros de la sociedad los que se sienten desvalidos como viudas sin apoyo y sin ayuda. Su grito te ha llegado, y tú a cambio nos has levantado una nueva conciencia para hacernos solidarios con todos los que sufren, y ponernos manos a la obra para reparar los agravios que se les infligen. Nos sentimos privilegiados de que nuestra época haya sido elegida para ser la era de la liberación, y nuestra Iglesia para ser la Iglesia de los pobres. Aceptamos con alegría la responsabilidad de trabajar por un nuevo orden en tu nombre, de hacer justicia entre tus hijos en la tierra, para que como todos son iguales en el amor que les das, sean iguales en el uso de los dones. has dispuesto libremente para todos tus hijos.

Hacemos de esta búsqueda la meta de nuestros esfuerzos y el objetivo de nuestra vida. Nos alegra sentir un renacimiento universal a nuestro alrededor y queremos contribuir a él con nuestro entusiasmo y nuestro trabajo. Sentimos con fuerza en nuestro corazón la preocupación por los pobres, y nos consideramos afortunados de haber recibido de vosotros esa gracia. Gracias por la bendición contemporánea sobre nuestra generación. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde la eternidad y hasta la eternidad. Amén. Amén.

Meditación

Tres muchachos fueron al campo a arrancar mangos. Llenaron una bolsa grande con ellos y luego fueron donde el santo sabio Mulla Naseruddin para pedirle que los dividiera equitativamente entre los tres. El Mulla les preguntó:

– “¿Quieren que los divida como lo haría un hombre o como lo haría el mismo Dios?”

Ellos respondieron:

– “Como Dios mismo lo haría”.

El Mulla luego le dio un tercio de los mangos a uno, dos tercios al segundo y ninguno al tercero. Cuando protestaron, el Mulla explicó:

– “Si me hubieran pedido que lo hiciera como lo haría un hombre, les habría dado un tercio a cada uno; pero tú me pediste que hiciera como Dios hace, y Dios da mucho a unos, a otros menos, y a otros todavía nada”.

Día 1
Os cuento y Me contáis

“OS CUENTO” y “ME CONTÁIS” vienen esta vez juntos ya que ambos son sobre saludos que he recibido por mi cumpleaños y gracias devuelvo por ellos. Mi agradecimiento a todos los que me habéis deseado por mi cumpleaños y festividad el 4 de noviembre por correo postal o por teléfono. Habiendo vivido en varios continentes y muchos países durante mi vida, mi correo ha llegado estos días de diferentes países con sellos abigarrados en los sobres, trayendo a mi corazón los recuerdos de amigos y conocidos que abarcan toda la vida. Un regalo para el corazón.

La amistad siempre ha sido lo más importante en mi corazón. De la guardería recuerdo a Paco Palá y Antonio Torres con los que jugaba mis primeros partidos y compartía mis primeros apuntes de clase (actividad erudita y altruista que realicé a lo largo de mi vida de estudiante). En India fui directamente a Madrás (ahora Chennai), donde estudié matemáticas e hice nuevos amigos. Al salir de Madrás al final de mis estudios allí estaba un día hablando con uno de ellos, y le dije al final con sentimiento: “Dondequiera que esté en el futuro, siempre me gustaría seguir estando en contacto contigo”. Exclamó: “¡Yo también!”. Y nos escribimos hasta su muerte.

Diariamente camino una hora, y eso es lo primero que hago al levantarme por la mañana, porque sé que si lo dejo para más tarde nunca lo haré. Caminar es un buen ejercicio para el cuerpo… y para la mente. Es mientras camino que vienen pensamientos y pienso en nuevos trabajos, en nuevos enfoques, en contactos renovados que luego se convertirán en mi trabajo regular en mi escritorio toda la mañana después del desayuno. El correo diario es una alegría ya que me trae recuerdos de todos los lugares en los que he vivido y de las muchas personas que he conocido. En la India, como saben mis amigos, pasé muchos años viviendo con familias de casa en casa y cambiando de casa cada semana. Lo llamé mi “Viharyatra” (una palabra que apreciarán mis amigos indios), y fue el momento más feliz de mi vida (aunque mis amigos me dicen que para mí lo último siempre es lo mejor, y siempre lo será). Luego trabajo en mi web. Sale una vez al mes, pero sigo pensando en ello todo el tiempo. La web me hace pensar y me mantiene en contacto con amigos, lo cual es una bendición. Después del almuerzo hago la siesta, y me gusta recordarles a mis amigos ingleses que “siesta” es una de las pocas palabras que el inglés le ha quitado al español, frente a las muchas que el español le ha quitado al inglés. En la India llamamos a la siesta «reclinado sobre el lado izquierdo», ya que se supone que debe tomarse acostado sobre el lado izquierdo. La tarde es para leer, y luego entrar en contacto con los amigos y reunirse, que es el mejor momento del día. Luego a la cama a su hora, con un último saludo a mi Angelito que nunca me abandona.

Salmo

Salmo 41

Como la cierva anhela las corrientes de los arroyos, así te anhelo yo, oh Dios. Con todo mi ser tengo sed de Dios, el Dios amoroso. ¿Cuándo vendré a Dios y me presentaré en su presencia?

Anhelo, tengo sed, anhelo. En lo profundo de mi corazón ese es el empuje vital de mi vida, la fuerza motriz de mi existencia terrena. Vivo porque te anhelo, Señor, y en cierto modo también muero porque te anhelo. Dulce tortura de amar a distancia, de ver a través de un velo, de poseer en la fe y esperar en la impaciencia. Deseo tu presencia como no deseo nada más en este mundo. Imagino tu rostro, escucho tu voz, adoro tu divinidad. Descanso en el pensamiento de que si es tan dulce esperarte, ¡qué será conocerte!

Quiero encontrarte en la oración, en tu toque inconfundible en los momentos en que mi alma se olvida de todo a su alrededor y solo está en silencio contigo. Tienes una manera de hacerte presente indudablemente al alma que piensa en ti en la soledad. Valoro esos instantes y atesoro esas visitas que anticipan el cielo en la tierra.
Quiero encontraros en vuestros sacramentos, en la realidad de vuestro perdón y en la gloria escondida de vuestra mesa con los hombres. Yo vengo a ti yo fe, y tú recompensas esa fe con el susurro fugaz de las alas de tu amor. Vendré una y otra vez con el recuerdo de aquellos benditos encuentros, la paciencia de esperar en la oscuridad y el anhelo de volver a sentir vuestra cercanía.

Quiero encontrarte en los rostros de los hombres, en la repentina revelación de que todos los hombres son mis hermanos, en la necesidad de los pobres y en el amor de mis amigos, en la sonrisa de un niño y en el ruido de una multitud. Tú estás en todos los hombres, Señor, y quiero reconocerte en ellos.

Y quiero encontrarte un día en la pobreza de mi ser y la desnudez de mi alma, ante la muerte y la puerta de la eternidad. Quiero encontrarte cara a cara en el momento que será dicha para siempre, en el abrazo del reconocimiento después de la noche de la vida en este mundo.

Anhelo encontrarte, Señor, y la vehemencia de ese anhelo sostiene mi vida y afirma mi paso. En esa esperanza, la vida tiene un sentido y mi peregrinaje terrenal tiene una dirección. Vengo a ti, Señor.

Meditación

Había dos tigres en el zoológico, y un día uno de ellos le dijo al otro:

– “Estoy harto de nuestra vida aquí. Así que voy a escapar y nunca volveré. ¡Adiós!»

Se fue, pero unos días después volvió y le contó su historia a su amigo.

– “Me escapé, como sabes, y al principio todo estaba bien. Buenas carreteras y muchos edificios y espacios amplios con mucha gente sabrosa en ellos.
-Primero fui a uno que tenía el título: MINISTRO.
– Luego a otro con el título: SECRETARIA. Me como a la gente que hay en ellos y no pasa nada. Pero entonces todavía tenía hambre y vi a un hombre que llevaba una bandeja con tazas y bebidas a quien todos le pedían que les llevara té, lo que fuera. Bueno, a ese hombre también me lo comí y hubo un gran alboroto alrededor y me atraparon y me echaron, y corrí por mi vida y ahora vengo a contarles toda la historia.
– Ese debe ser un hombre muy importante, ¿no lo crees?

Fundación González Vallés

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